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La paridad, el feminismo o la gran hipocresía de la izquierda



Almudena Negro



Viene al caso el asunto después del numerito circense organizado por
las diputadas de la izquierda en el Congreso de los Diputados contra
el portavoz del Partido Popular, Eduardo Zaplana.



Eduardo Zaplana, quizá un tanto harto de los insultos personales con
que la Vicepresidenta se permite dirigirse a los populares cada
miércoles durante las sesiones de control – "mentes obtusas,
corazones empozoñados… Esto ¿se le ha ocurrido a usted sólo señor
Acebes? Cambie sus atuendos…"- arremetió contra Fernández de la Vega
con la siguiente frase: "Cuánto ganaría la Cámara si usted, que es
tan aficionada a disfrazarse de vez en cuando, un día, aunque sólo
fuera un día, se vistiera de vicepresidenta del Gobierno y cumpliera
con su obligación de responder a las preguntas de la oposición".



Lo del disfraz, es evidente, iba referido al bochornoso número de la
Vicepresidenta y sus amiguitas disfrazadas en Maputo; viaje de lujo
durante el cual no hizo una sola referencia a la opresión que las
mujeres de dicho país sufren día a día y no mencionó las ablaciones
de clítoris.



Porque lo del viaje de Fernández de la Vega fue un viaje de nuevas
ricas – el viaje nos ha costado a todos los españoles más que las
ayudas que España da para dos países africanos- para hacer el
ridículo. 2 suites y 70 habitaciones fueron reservadas para la
alegre "comitiva del disfraz".



¿Dónde estaba la alegre delegación cuando la somalí –afincada en
Holanda- Hirsi Ali estuvo la semana pasada en Madrid? ¿Dónde están
cuando se lanza, por parte de valientes mujeres que quieren liberarse
de la opresión, la sharia y la ablación, manifiestos contra el
islamismo, bajo cuya represión la vida de una mujer vale menos que la
de un perro? Las feministas, borrachas de multiculturalidad, miran
hacia otro lado.



Ayer las diputadas de la izquierda no pudieron tolerar la semántica
empleada por el portavoz popular. Y abandonaron, acompañadas por el
Ministro Montilla, sus escaños, tildando a Eduardo Zaplana de
machista. Espectáculo televisivo puro y duro. Porque ¿dónde está el
machismo? ¿Es que acaso la señora Vicepresidenta puede hacer
alusiones personales, día sí, día también, a los diputados populares
pero ella es de cristal y nadie puede criticarla? Ya está bien de
tanto feminismo trasnochado. Ya está bien con la "parida". Ya está
bien de sustituir la lucha de clases por la lucha de sexos. Basta ya
de tanta hipocresía. Si se quiere igualdad hay que ser iguales, no
señoritas delicadas a las que nadie puede criticar bajo la excusa de
ser tildado de machista. Si el PSOE puede afirmar que Mariano Rajoy
está loco debe aceptar que se pueda tildar de loca a De la Vega.



Cuando Bono, el ministro medallista, afirmó ante la prensa que
Esperanza Aguirre "besa por la mañana y muerde por la noche, de una
manera que no es acorde con su aristocrática posición" las diputadas
de izquierdas callaron. Cuando Constantino Méndez, delegado del
Gobierno en Madrid, afirmó que a la presidenta madrileña "es difícil
que le quepan tres ideas en la cabeza", las diputadas callaron.
Cuando Moratinos puso de ejemplo de tolerancia a un país como Qatar,
en donde se ejecuta a homosexuales por el mero hecho de serlo, se
impone la sharia y no existen los derechos civiles, las diputadas
socialistas callaron.



Mientras el PSE-EE mantiene como presidente del partido en Guipúzcoa
a un señor, Jesús Eguiguren, condenado por sentencia firme por malos
tratos a su mujer, a la que, según consta como hechos probados
golpeó, con las manos, un paraguas y un zapato en medio de una
discusión conyugal, las diputadas socialistas callan. No he visto yo
a las indignadísimas diputadas de la izquierda ni a la señora
Fernández de la Vega abandonar sus escaños como protesta. No las he
visto decir esta boca es mía al saber que el PSE-EE mantiene a este
señor en cargos tanto públicos como orgánicos del partido. ¡Cuánta
hipocresía!



Claro, estamos hablando del partido de la paridad. Ese partido en
donde las mujeres ascienden a cargos y puestos de responsabilidad en
razón de su sexo, no por su capacidad o mérito. Lo cual es un
ejercicio de machismo infinito. Porque ya me dirán. Si las mujeres
son impuestas en listas electorales o consejos de administración
por "no tener colita", ¿alguien se las podrá tomar en serio?



En cualquier país normal las personas –hombres o mujeres- ascienden
en función de su preparación, capacidad y mérito. A mí, como mujer,
me ofende, y mucho, que ahora vaya a resultar que el prepararme no
sirva para nada. Basta con ser mujer. Aunque seas tonta del bote o
cocinera antes que "fraila". Y me ofende que las llamadas feministas
callen ante la opresión que millones de mujeres sufren en otros
países. Vergonzoso. Hipócrita. Machista.